Por: Nancy Minaya
"El amor todo lo puede, todo
lo sufre, todo lo soporta" (1era de Corintios 13,13) ha sido la frase por
excelencia para definir ese sentimiento tan palpable por mas etéreo que sea. Lo
sentimos desde que somos bebés en pleno desarrollo, en la infancia a través del
núcleo familiar: padres, hermanos, tías, tíos, primos, abuelos, abuelas; en el
grupo de amistades, en la televisión con las novelas, de igual forma en la
radio con las canciones o en los libros de corte romántico.
Según vamos formándonos como
adultos e influenciados por lo que hemos aprendido, nos hacemos una idea de
cómo debe ser el amor, es en ese caminar que lo idealizamos de tal forma que,
en ocasiones, lo asociamos al sufrimiento, a soportar situaciones tan fuertes
como violencia intrafamiliar y creemos que porque "amamos" podemos
cambiar hasta al mundo si nos lo pidieran.
Pero hay una clase de amor del
que casi nunca se habla, de ese que se pierde mientras intentamos amar a los
demás y es el propio, de cómo me amo a mi mismo, a mí misma, nadie nos enseña
que ese debe ser el primer amor de cada uno de nosotros.
En el momento que entendemos que
debemos amarnos primero, surgen dudas, preguntas, desmontar ideas que han
vivido con nosotros toda la vida es un proceso largo, sin embargo, es en esa
clase de amor que encontramos la paz interior, la confianza, la serenidad y la
autoaceptación que tanto necesitamos.
Amarnos a nosotros mismos es un
ejercicio tan vital como nadar o correr, nos llena de energía y nos da la
fortaleza para seguir creciendo como seres humanos.
"Amarnos a nosotros mismos es un ejercicio vital..."
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ResponderEliminarEs la única vía para aceptarnos tal cual somos. Saludos
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