Esa madrugada su
alma intentó desprenderse dos veces del cuerpo. Él hizo un gran esfuerzo para
evitarlo. No quería irse de este mundo sin dar ese abrazo aplazado a su hijo
ausente.
Y aunque alguna vez
lo tuvo en sus brazos, jamás imaginó que esa sería la única ocasión que lo
tendría a su lado. La noche que unía el cinco y el seis de septiembre fue
particularmente difícil. De sus ojos brotaban miles de lágrimas que acompañaban
esa noche lluviosa en Bogotá.
Se conjugaron unos
hechos que lo marcaron para siempre: era el aniversario por la muerte de su
padre y, estaba por llegar, el final de un camino andado que le había sido
tortuoso, una lucha titánica que estaba a punto de dar sus frutos.
En más de una
oportunidad sintió cómo la vida se le iba de las manos. Lo experimentó durante
un reciente viaje en el que estuvo a punto de ahogarse.
En esa ocasión,
aunque lanzó la última brazada para alcanzar la orilla, inexplicablemente las
fuerzas de su brazo derecho desaparecieron y se hundió. En un instante que
parecía eterno, la existencia se le iba yendo, no tenía noción de tiempo ni de
espacio, no encontraba ni el fondo ni la salida, parecía estar suspendido en la
mitad de la piscina. Le pidió a Dios que lo sacara de ese angustioso momento.
Había comenzado una cruzada que no quería dejar a mitad de camino. Se iría sin
haber logrado la meta, pero sobre todo sin haberse despedido de quien estaba distante.
Otra noche de hace
unos cuantos meses tuvo la sensación de haberse dejado ir y no luchó. Sintió el
momento. La situación se apoderó del entorno. Su cuerpo tendido en la cama
pareció quedarse ahí, mientras su alma lo abandonaba. Vio cómo se iba
desprendiendo de su interior y, resignado, apenas fue un espectador. De repente
volvió en sí, despertó asustado, se palpó varias veces y se cuestionó sobre si
acaso sería una advertencia de lo que le podría suceder poco tiempo después.
Pidió, en todo caso, a quien le corresponde en el orden natural de las cosas
quitar o poner la vida, que le permitiera cumplir primero con la meta
propuesta: el abrazo no dado.
Las jornadas
nocturnas parecían haberse convertido en el escenario de un encuentro permanente
con el final de los días. En alguna ocasión, se encontraba en un sitio lúgubre,
demasiado gris. Caminaba presuroso por el jardín justo en la mitad de unos
apartamentos de unos cinco pisos. Lo hacía como si huyera y buscara refugio.
Mientras apresuraba el paso, con sus manos iba desprendiendo de su espalda unos
enormes gusanos blancos, los veía aparecer también en el piso pero no les
prestaba atención, solo se ocupaba de los que iba arrancando de su humanidad.
Al despertar, volvió a sentir que se trataba de un nuevo aviso y con sus
rodillas al piso pidió que se le permitiera terminar la tarea encomendada.
Y lo hizo porque
había recuperado en sueños recientes al lejano. Lo había visto y no quería
perder la oportunidad de tenerlo frente a frente para decirle cuánto amor
sentido y cuánto amor no dado. Quería explicarle que era ese mismo sentimiento el
que le permitió emprender la lucha y tener un triunfo parcial que abría la
puerta a estrechar su pequeño cuerpo.
Por eso, esa
madrugada en la que su alma intentó desprenderse del cuerpo, de sus ojos
brotaban miles de lágrimas que acompañaban esa noche lluviosa en Bogotá. Volvió
a tener la sensación de que no lograría cumplir el sueño, así hubiera alcanzado
una victoria en todo caso dolorosa, porque por encima de la razón estaba el
egoísmo, a pesar de ese inmenso amor por el hijo ausente.
Me gusta su relato. A veces, es mejor dejar de lado el orgullo y rectificar los errores para ser felices. De lo contrario, a pagar la factura del dolor y la culpa.
ResponderEliminar¡Felicitaciones!
Gracias por tu comentario. Historia nacida de una ausencia. Lamentablemente a veces la sinrazón sobrepasa los límites, Tener la conciencia tranquila supera cualquier dolor y señalamientos de culpa. Saludo.
Eliminarmaravilloso!!!! me en-can-tó!!!! bello,cálido ,soñador muchas gracias,asimismo con una fuerza...
ResponderEliminarun abrazo fraterno
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com
Gracias por tu comentario. Letras que hacen parte de una historia nacida de una ausencia. Un honor. Saludo.
EliminarExcelente, me encantan tus escritos...
ResponderEliminarGracias Alexandra por tus palabras. Las historias seguirán haciendo parte de este espacio. Espero seguir compartiéndolas contigo. Saludo.
EliminarHermoso... tenemos que aprender a expresarnos, a querer sin miedos, a darnos es la mejor expresion de amor para con las personas q queremos.
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